Los dos filos del cuchillo
El consumo de carne fue esencial para que los primeros homínidos se transformaran en humanos. Había que comerla con las muelas, a mordiscos, y este gesto cambiaría poco a poco morfología del cerebro. Además, la carne debía ser cazada y para eso hacía falta trabajar en grupo: colaborar, cortarla y repartirla. En aquel proceso inicial de la sociedad y la humanidad una herramienta pequeña pero fundamenta tuvo un papel protagonista: el cuchillo.
Hace unos dos millones de años, en el Paleolítico, el Homo Habilis usaba una punta muy afilada para despellejar y despedazar la caza. Su herramienta era de silex, cristal de roca, obsidiana o vidrio de los volcanes, y la afilaba lanzándola contra el suelo o golpeándola con otras piedras. Las chispas saltaban por el roce, el homínido se asustaba, pero debía continuar. La punta tenía dos filos y una arista central y el corte era tan fino y la talla tan perfecta que parecía imposible que hubiera sido hecha mediante golpes secos. Con fibras vegetales, el Homo Habilis ató su punta de piedra a un palo y se hizo un mango.
En aquella Toledo de las tres culturas, los armeros aprendieron también el arte de embutir finísimos hilos de oro y plata en otros metales, en un proceso que se llamó damasquinado. Aquella técnica decorativa, en la que el dorado brillaba sobre el negro haciendo volutas y arabescos, se siguió practicando a lo largo del tiempo y todavía hoy es la característica más evidente de los trabajos toledanos en metal.El cuchillo apareció en la mesa en el momento en que alguien puso la mesa por primera vez. Con él cortaban los alimentos, pinchaban los trozos, pelaban las frutas y llevaban la comida a la boca. Cada uno usaba el suyo, mejores para los ricos, peores para los pobres. A partir del siglo XIV, con el auge de la cuchillería, hubo muchas variaciones en la forma. Aparecieron los primeros juegos de cubiertos personales, de uno, dos o tres piezas, que se popularizarían sobre todo a partir del Renacimiento porque hasta finales del siglo XVI el cuchillo mantuvo una doble utilidad: cuchillo y tenedor. Hubo cuchillos con el mango de oro, cuajados de piedras preciosas, afiladísimos y mortales. Los hicieron de todo tipo y con las formas y nombres más diversos; con empuñaduras historiadas, con relieves artísticos marcados o con adornos de pedrería. De hecho, su uso llegó a ser tan habitual como arma que, en España, los reyes borbones lo prohibieron al pueblo.